Por Iker Garai, Dtor. Departamento Médico, Sudler Spain.
Más allá de la comunicación médico-paciente, cada día vemos más formas de llegar a los pacientes para ofrecerles información o formación. La gran proliferación de aplicaciones para Smartphone, las redes sociales, las nuevas corrientes en medicina participativa y la concepción del e-paciente lleva ya varios años rondando las mentes de los profesionales sanitarios, en busca de la forma más eficaz de interactuar con los pacientes.
Podemos encontrar multitud de aplicaciones y páginas web disponibles que aportan al público general mucha información sobre distintas patologías y consejos asociados a ellas. Sin duda estas herramientas aportan y, sin embargo, encontramos que no todos los contenidos tienen el mismo estándar de calidad, la misma capacidad de actualización o la misma evidencia científica refrendándolos, porque en realidad cualquier persona puede crear una web, un blog, una app o un perfil en redes sociales y decir allí lo que le parezca.
Al mismo tiempo, muchos verdaderos profesionales se sienten reacios a entrar en estos nuevos canales debido a las limitaciones legales existentes. Por un lado la Ley de Protección de Datos advierte de que los datos sanitarios del paciente son datos personales de primer nivel y deben salvaguardarse por todos los medios. Eso quiere decir que si queremos crear un e-paciente deberemos dar de alta esa base de datos y hacernos responsables de su seguridad. Por otro lado la Ley del Medicamento nos impide ofrecer información a pacientes sobre tratamientos de prescripción en ningún caso. En redes sociales por ejemplo un trabajador de una empresa farmacéutica debe tener cuidado con lo que opina en su perfil privado, porque si aconseja la prescripción de un fármaco, o incluso si se hace eco de la opinión de otro, podría tener que hacer frente a un denuncia.
Estas son, a mi entender, las razones por las cuales el avance de estas tecnologías de la información está viendo atenuada su expansión en el mundo de la salud. Los profesionales sanitarios creo que deben vehiculizar la información y formación de sus pacientes, indicándoles cuáles han de ser sus páginas de referencia, qué programas de e-paciente van a proteger su intimidad, qué grupos de redes sociales incluyen profesionales con la formación pertinente para poder ayudarles o qué canales son de fiar y cuales tienen un origen indeterminado.
Y es ahí donde las agencias del sector sanitario podemos aportar nuestro buen hacer: conociendo las restricciones, proponiendo las maneras correctas de comunicarnos con el paciente y certificando nuestros contenidos siempre que sea posible.