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Un par de reflexiones con respecto a la dogmatización de la ciencia

Por Eduardo Alonso. Departamento Científico en Doctora Moss, agencia perteneciente a AEAPS.

Creo que no le estoy desvelando ningún secreto a nadie afirmando que la comunicación científica es la más objetiva y fiable con la que podemos contar actualmente pues, al fin y al cabo, se basa en un método fundamentado en no dar nunca nada por supuesto, y en el que incluso teorías aceptadas desde hace mucho tiempo pueden, si así lo demuestra una evidencia sólida, ser refutadas.

Sin embargo, pese a que la evidencia generada por el método científico a través de estudios, revisiones bibliográficas y meta-análisis tiene un alto grado de fiabilidad, es un tipo de información bastante densa, difícil de entender en ocasiones, y de poco impacto social, estando generalmente relegada a profesionales sanitarios, estudiantes o personas que deban trabajar con ella por algún motivo en concreto.

Debido a que a nivel social y sanitario, las poblaciones humanas consideramos importante que la población “general” tenga un background científico-sanitario mínimo, y que incluso el conocimiento científico puede resultar genuinamente interesante para gran parte de la sociedad, independientemente de su formación, empleamos formas de comunicación que, prescindiendo de un lenguaje excesivamente técnico y la utilización de datos excesivos, permiten transmitir el mensaje de forma más sencilla y visual que, si bien es indudable que aporta valor, también me ha hecho darme cuenta de que en los últimos años, se está desarrollando una concepción de la ciencia como verdad absoluta de todo, y lo que es peor, de cómo esta concepción dogmática de la ciencia, se utiliza para justificar sesgos, utilizando información de estudios no contrastados o poco fiables, no solo por parte de individuos sin formación científica, sino también por algunos profesionales sanitarios e incluso divulgadores que, bien sea por comodidad o necesidad, no hayan llevado a cabo una revisión correcta de los datos que pretenden exponer.

Con la llegada de internet (Sí, ya sé que es una de las frases más manidas que existen, pero en este caso es importante) y el continuo desarrollo que ha ido experimentando, este ha pasado de ser una herramienta lenta, tosca y con potencial, a un fenómeno que marcará nuestra era como la era digital, rápido, capaz de contener información infinita, producida por cualquiera y más aún, de acceso inmediato, y en cualquier parte del mundo. Existen empresas cuya finalidad es parcial, o exclusivamente, Aportar más información a esta macro-herramienta, y no existe ningún sector en nuestra sociedad que no lo aproveche de una forma u otra. ¿Qué conlleva todo esto? Pues sencillamente, que somos intolerantes al aburrimiento y necesitamos inmediatez. Ansiamos y dependemos de la llegada de novedoso de forma constante y regular en todos los aspectos de nuestra vida, tanto a nivel laboral, cómo personal, y eso genera, sin necesidad de que sea algo eminentemente negativo, una gran competitividad. En el caso de algunos creadores digitales, la lucha constante contra un algoritmo que va a posicionar el contenido de aquel más volumen suba a la red o que más impacto consiga con el titular pueden hacerle perder calidad a su trabajo. En otros casos será la necesidad de terminar un proyecto en un corto período de tiempo, lo que puede llevar al trabajador a descuidar sus fuentes, o a no analizar y pensar tranquilamente sobre la información que está leyendo. En algunos campos puede suponer la generación de contenido basura o de baja calidad, pero en ciencia… Sobre todo, en sanidad… Puede tener resultados devastadores.

Tenemos que evitar caer en falacias de autoridad a la hora de debatir sobre ciertos temas y, si me preguntáis a mí, hacer consciente a las personas con las que interactuamos diariamente de que lo que diga alguien no es cierto “por ser médico”, o porque lo leyese en un estudio. Si consideras que divulgas ciencia, contrasta la información, aunque provenga de fuentes que consideres fiables y, por qué no, repasa en qué escalón de la “Pirámide de la evidencia” se encuentra. La ciencia siempre ha resuelto preguntas utilizando más preguntas, y me parece un gran error que olvidemos algo tan importante.

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