Somos muchos, por no decir la mayoría, los que accedemos a carreras científicas imaginando nuestro futuro, enfundados en una bata, entre matraces, geles de electroforesis y pipetas. Sin embargo, solo un pequeño porcentaje de la gente que conocí en la carrera (y conocí a mucha) continúa por el camino de la investigación. Con el paso de los años, especialmente los últimos años de carrera o al elegir un máster, nos topamos con una alternativa que hasta entonces no conocíamos: la industria farmacéutica y sus allegados, como son las agencias de marketing en salud. Y es en ese momento cuando se nos abre un mundo nuevo.
Una buena formación, una perspectiva fresca, energía y el manejo de las nuevas tecnologías son algunas de las contribuciones que podemos hacer los jóvenes en la industria. También, la cercanía a un público joven que está cada vez más interesado en la salud y quiere ser partícipe de la toma de decisiones con relación a ella y que, con suerte, buscará informarse a través de fuentes fiables que podemos ofrecerle. Además, la capacidad de adaptación al cambio de unos profesionales jóvenes, que están aún buscando su sitio, se vuelve crucial en un sector en el que la innovación está a la orden del día, los avances científicos son constantes y la regulación, cambiante.
La otra cara de la moneda sería ¿qué necesitamos los jóvenes de las empresas? Como algunos de los aspectos más enriquecedores, destacaría la posibilidad de desarrollar una carrera laboral que permita aprender y retarse día a día, trabajar en numerosos y diversos proyectos y estar acompañados de equipos compuestos por múltiples perfiles. Todo esto se cumple sin duda en una agencia. Un espacio en el que esos jóvenes científicos, vivimos rodeados de creatividad, eventos, marketing y, por supuesto, de ciencia. Me gusta hacer hincapié en ese “acompañados”, porque mirando hacia atrás y reflexionando sobre lo que más valoro de todo lo que he recibido desde que empecé a trabajar, es ese acompañamiento. Lo considero, además, algo fundamental que necesitamos los jóvenes en nuestros primeros años: que se nos brinde la posibilidad de preguntar, equivocarnos y aprender sin sentirnos intimidados ante la presencia de profesionales cualificados y con experiencia.
En resumen, los jóvenes científicos y el sector farmacéutico formamos una sinergia y en ella, una pieza clave para que esta maquinaria funcione correctamente son los mentores que podemos encontrar en el camino (mentoras en mi caso), que impulsan nuestro crecimiento y valoran el potencial que tenemos, incluso sin saberlo.