
Si buscamos qué se entiende por gamificación o ludificación, nos encontramos con una amplia variedad de definiciones, y esta que voy a poner (es una mezcla de varias) creo que tiene muchos matices y muy interesantes. Os voy a pedir que la leáis con detenimiento:
Se trata de una poderosa herramienta para ayudar a motivar y facilitar la enseñanza y el aprendizaje; pero gamificar va más allá a utilizar un juego, es utilizar sus mecánicas, dinámicas y elementos para construir una narrativa dentro de un proyecto o evento formativo. Además, como añadido, hay que tener en cuenta el componente social y competitivo que tiene, así como promover el trabajo cooperativo y la resolución de conflictos.
Me he permitido la licencia de marcar en negrita ciertas palabras que creo que tienen mucho peso. Se dice mucho en tres frases, ¿verdad?
Todo esto convierte a la gamificación o ludificación en una palanca clave en el proceso educativo en el que, hoy más que nunca, hay que diferenciarse e innovar para tener impacto y memorabilidad.
Y tras este discurso tan descriptivo de las bondades de la gamificación, os preguntaréis, Ana y esto ¿para qué? pues porque, aunque en un ámbito educativo esto parece estar completamente asentado y nadie lo discute, si nos salimos de esa área, la cosa cambia.
Si nos lo llevamos a nuestro sector, en concreto a la Industria Farmacéutica, la historia es diferente. Nos encontramos en un ecosistema hiperregulado, sí, con Farmaindustria a la cabeza y los departamentos de Regulatorio y Compliance. En este caso en concreto desde Farmaindustria, no se pronuncia sobre los formatos elegidos, los cuales deja a la libre elección; pero si miramos internamente, nos encontramos con que las propias regulaciones internas son las que en muchas ocasiones nos ponen trabas (por el “qué dirán”, o por el “por si acaso”).
Existe cierto miedo, rechazo o simplemente dudas ante el uso de estas metodologías. Parece que sigue existiendo la idea arraigada de que pasarlo bien es incompatible con lo formativo, lo riguroso y lo compliance.
En ocasiones se nos antoja impensable y por qué no, poco ético, que un grupo profesionales sanitarios pueda aprender jugando, aunque ese aparente ´simple juego´, tenga detrás un porqué, una estrategia muy trabajada y elaborada de qué objetivo tenemos, qué se va a abordar, cómo se va a hacer, qué mensajes queremos que se lleven, todo ello cumpliendo con el rigor científico y en pro de una experiencia diferente, disruptiva y amena.
En este entorno tan competitivo en el que estamos, nuestro cliente final (el profesional sanitario), está cada vez más saturado de oferta formativa, eventos, reuniones, etc., es más importante que nunca – y así nos lo reclaman desde la Industria – destacar, diferenciarse y aportar valor, es decir, lograr despuntar dentro de la amalgama de reuniones existentes.
Entonces, ¿por qué tener miedo ante metodologías existentes y que sabemos que funcionan? ¿por qué ponernos trabas nosotros mismos? Demos rienda suelta a nuestra imaginación y creemos dinámicas y formatos diferentes, distendidos y diferenciales. Dejemos que los profesionales se relacionen en otro tipo de foros, que vivan otro tipo de experiencias formativas y que, logremos también nuevos resultados, con total seguridad, más exitosos.