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Comunicar ciencia sin anestesia

Por Mer Mostaza. Directora de estrategia y comunicación en Doctaforum, agencia perteneciente a AEAPS.

Hay mensajes que informan y otros que despiertan. Y en salud, necesitamos ambos. Porque una cosa es que el mensaje sea correcto, y otra muy distinta es que llegue.

La tentación de ponernos la bata blanca también al escribir está ahí: datos, cifras, tecnicismos y el eterno miedo a “pecar de emocionales”. Como si conmoverse estuviera reñido con comprender. Como si acercarse a lo humano fuera incompatible con lo científico. Como si la empatía restara autoridad. Spoiler: no lo hace.

Entre el frío quirófano y el drama de sobremesa

El equilibrio no es fácil. Lo sé. Por un lado, tenemos el riesgo de sonar a boletín oficial con exceso de bisturí. Por otro, la amenaza del storytelling edulcorado que banaliza o sobreactúa. Y en medio estamos quienes intentamos que la información se entienda, se recuerde y, a poder ser, genere algo más que un asentimiento fugaz.

Comunicar ciencia no es convertirlo todo en una serie de Netflix, pero tampoco en una presentación de PowerPoint que podría haber sido una hoja de Excel. Hay un punto intermedio —sutil, incómodo, desafiante— donde las palabras tienen peso y propósito.

El rigor no excluye la cercanía

Cuando hablamos de enfermedades raras, de oncología o de cualquier contexto complejo, la palabra debe hacer de puente, no de frontera. No se trata de “contar historias” porque sí. Se trata de encontrar el tono. De traducir sin traicionar. De informar sin intimidar. De que lo técnico no parezca críptico, ni lo emocional, un recurso facilón.

La buena comunicación en salud no es un barniz bonito sobre la evidencia. Es parte de la evidencia. Porque sin comprensión, no hay acción. Y sin acción, ¿de qué sirven los datos?

Hacer sentir también es hacer pensar

Puede que el mensaje más importante no esté en el qué, sino en el cómo. El tono no es un accesorio: es el canal por donde se cuela la credibilidad o se pierde. En un entorno saturado de ruido y palabras huecas, elegir cada frase con precisión quirúrgica (pero con alma) puede marcar la diferencia entre que algo pase… o que pase desapercibido.

Quizás no se trata de anestesiar la emoción para parecer serios. Quizás, justo al contrario, lo que necesitamos es volver a sentir para entender mejor. Y entonces sí: comunicar ciencia sin anestesia.

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