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El trabajo más raro del mundo

Por Isabel Martín – Directora científica de Publicis Health

 

Carla Domínguez - Senior Account Executive en Greater Than One Europe

Circulan por la red diversos rankings de trabajos raros; algunos de los más citados en ellos son sexador de pollos, buzo recuperador de pelotas de golf o probador de camas.

Me atrevo a decir que quien selecciona estas tareas lo hace sabiendo que serán percibidas como sencillas y cómicas, al alcance de unos pocos individuos que terminaron desempeñando esas labores inusitadas por alguna casualidad vital.

Y la publicidad de la Salud, ¿es un trabajo raro? Lo pregunto de otra manera: ¿Cuántas veces te han pedido tus allegados que describas a qué te dedicas exactamente? 

Hace unos días comentaba la evolución de un proyecto con un compañero creativo y este exclamó: ¡Qué raro es nuestro trabajo! ¿Cómo hemos terminado aquí? Lo tuyo es lógico, porque eres científico, pero ¿y yo?

El comentario me hizo gracia, y también me hizo pensar. Imagino que esta no es una salida profesional común para un diseñador gráfico, pero desde luego tampoco lo es para un biólogo.

Sin embargo, este trabajo nuestro es casi lo opuesto a los clasificados en internet como raros: no es mecánico ni sencillo, y casi nunca es cómico; pero tiene otra gran diferencia con los ejemplos anteriores: no es una labor solitaria.

En este trabajo nuestro en el que creamos planes estratégicos, materiales y conceptos en pocos días, filtrando rápidamente información muy delicada y compleja, afrontamos el reto constante de ser los proveedores más eficientes, los más certeros, los más imaginativos… El caso es que reflexionando en si el trabajo es raro por el ritmo loco o por el producto final, se me ocurre que quizás su mayor rareza se deriva de la estrecha convivencia de perfiles muy distintos. 

Los chistes profesionales suelen hacer referencia a equipos uniformes: ¿Cuántos ingenieros hacen falta para cambiar una bombilla? En la agencia de salud el quid de la cuestión no es el número de integrantes del equipo, sino los diversos perfiles funcionando como un engranaje. 

La formación de una persona no es nunca definitiva, pero sí definitoria. No piensa igual el científico, el diseñador, el copy o el ejecutivo de cuentas y, sin embargo, debemos cooperar para parir ideas que comuniquen algo tan peliagudo como es la información sobre salud, sumando creatividad y rigor, y manteniendo esa esencia marquetiniana que apunte a cumplir objetivos.

Trabajar en estos equipos multidisciplinares cambia nuestra visión y nos imprime cierto carácter quimérico: somos científicos que analizan visuales de campaña, creativos capaces de definir cien patologías y publicistas que manejan principios activos con más soltura que un farmacéutico. 

Por esto me atrevo a decir que tenemos uno de los trabajos más raros del mundo. Y posiblemente también uno de los pocos en los que uno puede aprender a mirar las cosas con otros ojos solo con arrimarse a un compañero y preguntarle: ¿Con qué estás?

Y me atrevería a decir también que para hacer bien este extraño trabajo es esencial acoger su rara esencia y no perder nunca las ganas de aprender de los demás, porque eso es lo que nos permite ser mejores profesionales de lo nuestro. 

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