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DE LO FUNCIONAL A LO BIO: LA SALUD VENDE

Por Luis A. Zamora, Account Director Global Healthcom.

7:00 a.m. Me sirvo un café con leche enriquecida con calcio y vitamina D. Lo acompaño con un porridge de avena integral con arándanos bio (porque es día laborable, si fuera fin de semana hubiera elegido una tostada de pan de centeno con aguacate y un zumo détox con carbón activo). Acabo el desayuno con mi pastilla de omega-3 y mis vitaminas para poder llegar a final de semana activo, despierto y con energía. ¿Te suena?

Que la industria alimentaria se ha “medicalizado” con mensajes de salud, momentos de consumo y beneficios más allá de nutrir no es algo nuevo. Venimos, y no de tan lejos, del auge de los alimentos funcionales. Alimentos que, además de aportarme nutrientes, nos prometían un extra de salud. Pero nuestro consumidor hoy ha dado un paso más al frente.

La explosión de lo natural, lo “Bio”, lo “Eco” y lo “Sin”; y de los “alimentos saludables” avanza a un ritmo que, medido en términos porcentuales, cuesta asimilar. El consumidor sigue evolucionando en una mayor toma de conciencia de la influencia que tiene la alimentación en la salud. Y por ello nos demanda alimentos más saludables, sostenibles y que le aporten mayor bienestar. Según el último informe Radar de la Innovación de Kantar Worldpanel, en 2017 donde más innovaciones existieron fue dentro del ámbito de la salud. Concretamente los que giraban en torno a superalimentos, el “100% natural” y los productos sin lactosa (no en vano la tasa de éxito se situó en torno al 54%).

Pero este “boom” por lo saludable, con un consumidor cada vez más informado, y con un acceso a la información fácil, rápido y como también crea un nuevo riesgo para las empresas de alimentación: la desinformación, los bulos y los “excesos” de beneficios. La preocupación dentro del sector de la alimentación es común y así se recogió en la última edición de Alimentaria, donde se reflexionó sobre la facilidad de difusión que están alcanzando, vía internet, mitos sobre algunos alimentos, exageraciones que desvirtúan las alertas alimentarias o la fobia por todo lo vinculado con procesos químicos (¿y qué es el metabolismo de los nutrientes si no química pura?).

¿Qué pueden hacer las empresas al respecto? ¿Cómo se pueden combatir bulos y las famosas fake news? Según los catedráticos Abel Mariné y Buenaventura Guamis, “la clave es formar mejor a un consumidor que habitualmente cree aquellas informaciones que refuerzas sus creencias previas”. Y aquí entre en juego el conocimiento y la experiencia.

A la hora de comunicar, saber qué es lo que tengo entre manos, qué se puede y que se debe comunicar y construir las estrategias desde las propias características del alimento es clave para tener éxito. El consumidor y el mercado han castigado caro a los que no han sabido comunicar o han querido decir algo que, ni el propio producto podía soportar, ni el mercado iba a aceptar como alegato.

Y variando un poco el dicho, en publicidad de salud para alimentos: “para comunicar y comer pescado, hay que tener cuidado”

 

 

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